Pantallas: notas sobre sus horas de uso recomendado
Antes de empezar, conviene recordar algo: Papitek recomienda, sobre cualquier otro tipo de actividad de ocio, el juego libre, con el mínimo control parental posible y en espacios abiertos. Dicho esto, si hacemos de las pantallas un aliado en la crianza, hagámoslo de manera consciente y buscando maximizar sus beneficios.
Parece existir una narrativa generalizada en torno al uso de la tecnología según la cual los teléfonos móviles, tabletas, ordenadores y sucedáneos son una amenaza para el desarrollo funcional de los jóvenes. A través de sus pantallas llegarán todo tipo de males y peligros. Los convertirá en insoportables egomaníacos cuyo único interés en este mundo reside en cuántos «me gusta» reciben por un selfie.
La tecnología es percibida como una amenaza para una crianza correcta y natural, algo contra lo que hay que luchar y, como mucho, tolerar bajo estrictas reglas. El relato sobre los jerarcas de Silicon Valley, que mantienen a sus vástagos alejados de los infernales aparatos que ellos mismos construyen, ha ayudado a consolidar la idea de que, en lo que respecta a los jóvenes, cuanto más lejos esté la tecnología, mejor.
Cualquier padre o madre, hoy en día, sabe que no podrá huir de la tecnología. La cruda realidad es que la mayoría de la gente no puede permitirse sacrificar los beneficios de usarla.
Tampoco nos flagelemos: yo me pasé mi infancia y adolescencia viendo televisión casi sin control y, como yo, la mayoría de las generaciones anteriores a la aparición de los smartphones.
Lo de dejar a los hijos lobotomizados frente a una pantalla no lo inventó TikTok. La gran diferencia es su ubicuidad: la posibilidad de hacerlo en cualquier sitio y en cualquier momento.
La cantidad y calidad del uso de pantallas en niños tiene un alto componente socioeconómico. Numerosos estudios relacionan el alto consumo con las clases de menor nivel económico. Este exceso en el uso de pantallas, a su vez, tiene consecuencias en los resultados escolares y en aspectos de salud, como la reducción de las horas de sueño. Un círculo vicioso.
Un mayor conocimiento tecnológico por parte de los padres hace que el control parental sea más efectivo. Los padres que sienten que sus hijos los han superado tecnológicamente tienden a imponer prohibiciones que pueden llegar a ser contraproducentes.
Transitar la fina línea entre controlar y prohibir requiere un enorme esfuerzo y un alto grado de comprensión. A muchos se nos pone cara de «señoros» cuando observamos los hábitos digitales de los adolescentes.
Uno de los parámetros a los que damos más importancia es el número de horas de uso. Sin embargo, el uso correcto (si es que eso existe) de la tecnología no depende únicamente de la cantidad. La calidad del contenido y el grado de implicación paterno-filial en las actividades son igualmente importantes.
No soy ningún iluso y soy consciente de que la tecnología es una gran aliada para salir de determinadas situaciones complejas por las que todos pasamos. Si hay que enchufar YouTube para poder hacer la cena, pues se hace, sin remordimientos.
Si queremos saber cuál es la recomendación oficial sobre el tiempo de exposición a pantallas, lo más fiable son las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recomienda lo siguiente:
Hasta un año: No se recomienda exponer a los bebés a ningún tipo de pantallas, salvo videollamadas, aunque de forma controlada.
1-2 años: No se recomienda ningún tiempo de pantalla con un año y un máximo de una hora con dos años, aunque es preferible que sea menos.
2-4 años: No más de una hora de pantalla al día.
5-17 años: Limitar el tiempo lúdico de pantalla a un máximo de dos horas al día.
Las recomendaciones se completan con la necesidad de una mayor actividad física, mejor alimentación y más horas de sueño. Son cuestiones básicas que afectan al correcto desarrollo de nuestros menores, nada que no dicte el sentido común.
Sin embargo, utilizar solo el tiempo de exposición a las pantallas para juzgar la relación de nuestros hijos con ellas supone equiparar todo lo que hacen con sus dispositivos. No debemos pensar que es lo mismo utilizar el portátil para hacer un trabajo de la escuela que abandonarse al scroll infinito de Instagram.
Existen diversas actividades que podemos realizar frente a la pantalla, y cada una tiene sus beneficios y sus retos. Common Sense Media identifica cuatro tipos:
Consumo pasivo: ver videos o televisión; mirar sin ver.
Consumo interactivo: jugar videojuegos; resolver acertijos.
Comunicación: videollamadas; usar redes sociales.
Creación de contenido: crear arte digital o música; programar.
Aunque el consumo de pantallas de nuestros hijos sea prudencial, como padres debemos esforzarnos para que realicen actividades de calidad, que favorezcan el aprendizaje, y participar en ellas para generar vínculos. Las nuevas tecnologías pueden ser un aliado en la crianza si nos comprometemos a buscar alternativas constructivas. Incluso ver juntos en YouTube un video de Baby Shark es una oportunidad para pasar un buen rato.