Pantallas y Crianza: Más Allá de la Guerra contra el Cronómetro
Hablemos del elefante en la habitación. Parece existir una narrativa generalizada que pinta la tecnología (móviles, tabletas, ordenadores) como el gran villano en la crianza de nuestros hijos.
El miedo es que, a través de las pantallas, llegarán todo tipo de males y peligros que los convertirán en insoportables egomaníacos cuyo único interés reside en cuántos “me gusta” se llevan por un selfie.
La tecnología es percibida como una amenaza, algo contra lo que hay que pelear y, como mucho, tolerar bajo estrictas reglas. Esta idea se ha visto reforzada por el famoso mito de los gurús de Silicon Valley que, supuestamente, crían a sus hijos en cabañas sin WiFi, lejos de los “infernales aparatos” que ellos mismos construyen. El mensaje es claro: tecnología, cuanto más lejos, mejor.
El Mito de Silicon Valley: ¿De Verdad Viven sin Pantallas?
Pero seamos honestos. Como padres y madres de hoy, sabemos que huir de la tecnología no es una opción realista, especialmente si nuestro trabajo tiene que ver con ella. La cruda realidad es que la gente que crea esa tecnología tampoco sacrifica los beneficios que puede tener en la crianza de sus hijos.
De hecho, el uso de pantallas tiene un alto componente socioeconómico. Una reciente encuesta del medio californiano The Information arroja luz sobre este mito. ¿El resultado? En el área de Silicon Valley, el uso de tabletas y móviles por niños es incluso más elevado que en otros lugares y su incorporación a las redes sociales es más temprana.
Controlar no es prohibir (Aunque cueste)
Aquí viene lo interesante: la misma encuesta revela que un mayor conocimiento tecnológico por parte de los padres permite un control parental mucho más efectivo.
El problema surge cuando sentimos que nuestros hijos nos han superado tecnológicamente. Esa sensación nos pone “cara de señoros” (admitámoslo) y nos lleva a imponer prohibiciones fuertes que, a menudo, pueden ser contraproducentes.
Transitar esa fina línea entre controlar y prohibir exige un esfuerzo enorme y un alto grado de comprensión. Implica sentarnos, aprender y entender las tecnologías que usan nuestros hijos. Solo así podremos extraer todo su potencial constructivo y, a la vez, minimizar los riesgos. Sí, nos toca hacer los deberes.
La Obsesión por las Horas: ¿Estamos Midiendo lo Correcto?
En este debate, el “número de horas” se ha convertido en el índice estrella. Es un valor fácil de medir y de explicar, y muchos estudios iniciales se centraron en él para evaluar los “excesos”.
Pero, ¿es realmente lo único que importa? Rotundamente, no. El uso “correcto” de la tecnología (si es que eso existe) no depende solo del reloj. La calidad del contenido y el grado de implicación paterno-filial en lo que se hace con ellas resultan igualmente importantes.
Y seamos realistas: la tecnología también es una gran aliada para salir de situaciones complejas por las que todas las madres y padres pasamos. Si hay que enchufar YouTube para sobrevivir a un momento de crisis, que no nos coman los remordimientos.
Lo que dice la OMS (La Guía de Referencia)
Dicho esto, tener una referencia siempre ayuda. Las directrices más fiables sobre el tiempo de exposición son las de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sus recomendaciones son claras:
Hasta 1 año: cero pantallas.
1-2 años: no se recomienda con 1 año. Máximo 1 hora con 2 años (y es preferible que sea menos).
2-4 años: no más de 1 hora de tiempo de pantalla al día.
5-17 años: limitar el tiempo lúdico de pantalla a un máximo de 2 horas al día.
Por supuesto, la OMS acompaña esto con lo que dicta el sentido común: más actividad física, mejor alimentación y más horas de sueño. Son pilares básicos que afectan al desarrollo si se incumplen sistemáticamente.
Calidad sobre Cantidad: No Todas las Pantallas son Iguales
El problema de usar solo el cronómetro es que supone tomar por igual todo lo que nuestros hijos hacen con los dispositivos. Y no es lo mismo ver vídeos pasivamente que programar un juego.
Common Sense Media identifica 4 tipos de actividades frente a la pantalla, y cada una tiene sus beneficios y retos:
Consumo pasivo: ver vídeos o televisión; mirar sin interactuar.
Consumo interactivo: jugar videojuegos, resolver acertijos.
Comunicación: videollamadas, usar las redes sociales.
Creación de contenido: crear arte digital, música o programar.
Conclusión: Tu Mejor Herramienta Eres Tú
Incluso si el consumo de pantallas de nuestros hijos es prudencial, nuestro trabajo como padres es esforzarnos por la calidad. Queremos que las pantallas favorezcan el aprendizaje y la creación de vínculos.
Las nuevas tecnologías pueden ser un aliado increíble en la crianza, pero solo si nos comprometemos a buscar alternativas constructivas. Esto significa hacer el esfuerzo de involucrarse en el tiempo que nuestros hijos pasan utilizando dispositivos y consumiendo contenido digital.
A veces, ese esfuerzo es tan simple como sentarse a ver juntos un vídeo de los Cantajuegos. Esa, también, es una oportunidad para conectar y charlar.


